-- ¿Te acordás, Homero, de la Pompeya triste, la del ciego
fumando en el umbral y la vecina del pálido final llorando la noche que te
fuiste?
Era aquel barrio que vos viste; allí se
hundió el amigo fraternal, y llegó el organito de arrabal al almacén donde el
codillo persiste.
Era el sur, Homero, y todo el cielo, de
angustiado olvido y gris de pena, el mismo que cubrió a Male y al carrerito de
engrasado pelo. ¡Era aquel Buenos Aires, hecho arena, que el viento se llevó
tras de tu vuelo...
Oscar Sbarra Mitre
Ex presidente de la Academia de Bellas Artes
"EL
ULTIMO ENCUENTRO"
(Del poemario "Lunfa
mío... y otras yerbas")
Buenos Aires, 1990
"Corrían otras épocas
para Añatuya cuando Luis Manzione
bajó del tren, seguido por su mujer, Angela
Prestera, y su hermano Carmelo.
Hijo de inmigrantes italianos, se dejó flechar por esta tierra de promisión que
le pintó Carlos Rosso Picot, su
cuñado, poderoso terrateniente local. Atrás quedaba la tranquila zapatería del
barrio de Boedo. En el casco de "La 13" -propiedad de Rosso Picot- nació el 1° de
noviembre de 1907 Homero Nicolás Manzione Prestera, el sexto de sus ocho hijos.
A
los pocos días los Manzione se
mudaron a la casona que hoy carga con el honor del nacimiento, a juzgar por las
investigaciones de Yolanda T. De Tiberi.
Homero pasó sus primeros días en el
pago. Montó burros cimarrones en pelo con los hermanos Abregú Virreyra -otro apellido caro a las letras santiagueñas-;
se nutrió de hombres, costumbres y sonidos y "un paisaje agreste, donde ponen
adorno los algarrobos y adelantan cuchillos de espina los vinales"; supo del
"misterio de amor que siembra el tren",
y las miserias del obraje.
Pero
las cosas no marcharon como en los sueños de su padre y en 1916 la familia
regresó a Buenos Aires, a la apacible casa de la calle Cochabamba. En Santiago
del Estero quedaron Carmelo -definitivamente afincado-, algunos intereses, un campito y una casa
en el pueblo, que dio motivo a los Manzione
para volver cada tanto a la patria chica. (Sobre todo Homero, quien convirtió a Añatuya en el centro de la creación
poética inaugural. Incluso de sus afectos más íntimos: en uno de sus periódicos
retornos al terruño nativo conoció a una viuda bonita y acaudalada, con quien
se casó en 1931).
Poeta con luz de almacén y corazón de esquina
"Tengo por
delante dos caminos: hacerme
hombre de letras o hacer letras para los hombres..."
Homero Manzi
A los catorce años Homero Manzi produjo su primera canción:
el vals "Por
qué no me besas". A esta página siguieron
después otras que hicieron su repertorio inicial: el tango "Memorias a Taborda", dedicado al fallecido
célebre dibujante de "Crítica"; el vals "A su memoria", con música de Antonio
Sureda, y el tango "Triste paica", con Juan Pecci.
"Milonga sentimental" y "Milonga
del 900" fueron llevadas al disco
por su admirado Carlos Gardel. Y el
27 de abril de 1934 compuso "El
pescante", registrando por primera
vez su conocido y famosísimo seudónimo: Homero
Manzi...
En
1947, Manzi dio a conocer sus tres
composiciones capitales y últimas de su estupenda sociedad con "Pichuco": "Sur", "Discepolín" y "Che bandoneón"...
Pasaron
los años y Manzi consiguió, por fin,
un crédito para hacer cine. Fue presidente de SADAIC y viajó mucho. Y también
hizo películas: "Pobre mi madre querida", en 1948, con Hugo del Carril, Emma Gramática y Aída Luz; "El último payador", en 1949, con Hugo y Tomás Simari y Ricardo Passano,
y "Escuela de campeones" -historia
del fútbol argentino- en 1950, con George
Rigaud, Silvana Roth y Pedro
Quartucci.
Y
quedaron en el tintero otros proyectos que no alcanzó a concretar: la vida de Jorge Newbery, de Rubén Darío, de José de San
Martín, y de Hipólito Yrigoyen.
¿Y
por qué quedan en el tintero...? Porque justamente ahí es donde comienza su
mala suerte: A fines de 1948 va al médico...
-- ¡Caramba...!!! --dice el doctor.
Manzi
lo mira fijo y exige:
-- Hable claro, doctor... ¿Qué pasa conmigo...?
Y
el médico le habla claro. Formula una sola palabra: cáncer. Lo operan... una,
dos y tres veces. Y postrado, flaco como jamás, empieza a perder carreras como
en Palermo...
Para lo único que tiene
ganas es para escribir. A veces le parece que es el lápiz lo único que lo
sostiene... Otras, simplemente dicta... Y otras, a veces, llora como un idiota,
según solía decir...
El
27 de marzo de 1951, dos meses antes de morir -lo hizo el 3 de mayo- le regaló
a Enrique Santos Discépolo, en el día
de su cumpleaños, un tango que escribió por teléfono con Aníbal Troilo, y que
dice:
Sobre el mármol helado migas de medialuna,
y una mujer absurda que come en un rincón...
Tu musa está sangrando y ella se desayuna...
El alba no perdona ni tiene corazón...
Al fin, ¿quién es el culpable de la vida grotesca
ni del alma manchada con sangre de carmín?
Mejor es que salgamos antes de que amanezca,
antes de que lloremos, viejo Discepolín...
Homero Manzi y Enrique Santos Discépolo nunca ocuparon un lugar en la Academia de
Letras, porque prefirieron asociarse a una música, considerada "pecaminosa",
como el tango. Cuenta Arturo Jauretche
que el joven Homero le confesó
un día: "Tengo
por delante dos caminos: hacerme
hombre de letras o hacer letras para los hombres..." Pero luego de su encuentro con Cátulo
Castillo se convenció para siempre que su destino estaba definitivamente
enlazado a los temas nacionales, y sin sacrificio alguno de lenguaje y formas
cultas.
El
estudioso de la historia de nuestra música de tango Luis A. Sierra, escribió:
"Sus letras encierran una suerte de síntesis admirable de todo ese
mundo romántico, sentimental, evocativo y nostálgico que conforma la esencia
del temperamento y del carácter del porteño.
Manzi
había declinado continuar con sus estudios de abogacía en la Facultad de
Derecho cuando a los 18 años escribió 'El ciego del violín' para un concurso de letras de tango organizado por
la revista 'El alma que canta'. Ese mismo texto, con música de Sebastián Piana y Cátulo Castillo, y con el título definitivo de 'Viejo ciego', fue el inicio de una
serie de más de 150 obras".
Cátulo -gran amigo de Homero- fue quien lo vinculó a Sebastián Piana. Las más hermosas obras
surgieron de esta relación. Recordemos "Milonga sentimental", "Milonga del 900" y "Milonga triste", las dos primeras
inmortalizadas por Carlos Gardel.
Cuando
en 1948 Edmundo Rivero estrenó y
grabó "Sur", con música de Aníbal Troilo, se asistió a la evocación de una parte de nuestro propio
pasado en el barrio de Pompeya, escenario de sus primeros recuerdos. En "Sur", Manzi evoca su primer amor adolescente "recostado en la
vidriera y esperándote". Aquel "Sur" de Manzi tiene la grandeza
de lo pequeño e imperecedero. Y es la expresión más profunda, por hablar como
nadie de la "nostalgia de las cosas que han pasado".
La
calidad de sus tangos es indiscutible. No se apoyaba en frases hechas, en
formas recibidas, en esos recursos de moneda corrientes en muchos letristas.
Como poeta, Manzi tenía su propia
voz, rechazando así el repertorio trillado y el golpe bajo. Cada frase de sus
tangos brota de un propósito expresivo único, inconfundible. Línea a línea se
reconoce la manera de Manzi, y con
ella, su irreductible personalidad.
Su muerte -ocurrida el 3 de mayo de 1951 a los 44
años- se produjo posiblemente en el momento en que se manifestaba su madurez
espiritual y su lenguaje poético en pleno desarrollo. Su encuentro cara a cara
con la muerte lo sumergió en un estado contemplativo, del que nacieron sus
últimos poemas: "Hombre" y "Definiciones
para esperar mi muerte". Nadie puede
discutirle a Manzi el carácter
metafísico de "Hombre"; el poeta que
siempre exaltó en sus versos el espíritu de las cosas que van camino del
olvido, nos deja la más certera descripción de la naturaleza humana que, para
él, también iba camino del olvido...
¿Eres cientos de vidas o una vida,
una
sola infinita y dolorida?
¿Eres
dueño del mundo en que transitas
o
el mundo es gruta donde habitas?
¿Cómo
puedes herir a la criatura
que
es una imitación de tu figura?
¿Y
permitir que giman tus mujeres
cuando
son lo mejor de lo que eres.
Nada menos que tú que eres poeta
y
cantaste la ley como profeta?
Nada
menos que tú que de tan noble
trajiste
hasta tu casa al pez y al roble,
y
que hiciste infinita la medida
para
encoger tu imagen y tu vida.
Y
que al solo fervor de tu mirada
dibujaste
los cosmos en la nada.
Y
que al solo temor de hacerte malo
nombraste
un juez y le entregaste el palo.
¿Cómo
puedes fraguar maldad y muerte
si
hiciste a Dios para no ser tan fuerte...
MALENA CANTA EL TANGO...
Todos los tangos de Manzi parecen la obra final.
Probablemente porque contó en verso las pequeñas cosas de todos los días, los
recuerdos enriquecidos por su mirada provinciana. Escribió sin cursilería sobre
cosas cursis, anécdotas mínimas que, como cualquiera lo sabe, constituyen, sin embargo,
el fundamento de una historia personal.
Esa
mano poética firme le permite diseñar a Malena
o María, reales o imaginarias, tan
diferenciadas de ese tratamiento vulgar y epidérmico de la mayoría de sus
contemporáneos letristas. No hay mujeres de lamé en contraposición con otras de
percal. No hay mujeres fugitivas y erráticas que inexorablemente terminan sus
noches en un hospital. Hay, en cambio, una mujer permanentemente sublimada que
puede ser perfilada en cualquiera de sus versos... Todo eso en 44 años con una
obra desperdigada a través de más de un centenar de tangos, valses y milongas,
una treintena de poemas, varios guiones de cine -entre ellos el casi
mitológico de "La guerra gaucha"- y miles de conceptos de vida vertidos en
conferencias y discursos políticos.
"TUS TANGOS SON CRIATURAS
ABANDONADAS..."
Se han tejido múltiples
leyendas en torno de la existencia corporizada de Malena. Frente al silencio de Manzi
se dijo que el tango estaba dedicado a Azucena
Maizani, cosa que fue enérgicamente rebatida por la cantante. Otra variante
conocida fue acreditar la inspiración de aquella Malena a la de Nelly Omar.
Pero el rigor del almanaque desvirtúa también la versión: el poeta de Añatuya
que describió como nadie a Buenos Aires, conoció a ésta tiempo después del
estreno de "Malena", a principios de 1941.
Por entonces cantaba por Radio Belgrano, con módica repercusión,
una tal Gloria Argentina, cuyo nombre de familia
era Josefa Amato, esposa del dueño de
la "Casa de las Achuras", en Córdoba y Salguero, famoso en la década del '40. Tras la muerte de Manzi la cantante, que había modificado
su seudónimo por el de Malena, contó
una historia poco creíble, a la que se aferró hasta su muerte: Manzi la habría escuchado en el teatro "Apolo" y compuso el tango en su homenaje...
La
catarata de inexactitudes pergeñadas a lo largo de los años, fabricó historias
absolutamente alejadas de la realidad. Lucio
Demare -autor de la música de "Malena"- y Francisco
García Jiménez, uno de los máximos
poetas del tango, investigador prolijo y amigo de Manzi, revelaron la historia menos épica y doméstica de la
protagonista real, una mujer de vida común, más acá del instante milagroso en
que el poeta la transformó en heroína.
Delgada,
de ojos castaños, pelo negro, más sensual que bonita. Voz pastosa con cierta
cadencia. Afinada, expresiva, pero sin el detonante que produce el ángel. Había
cantado, en el '29, con el sexteto
Vardaro-Pugliese. Manzi la conoció a
fines del '39 en Brasil, en el marco de una gira en la que también participó Demare. Su nombre artístico -Malena de Toledo- resaltaba en la
cartelera del teatro. Para entonces, María
Elena Tortoledo (tal su verdadero nombre),
artista de varieté y cantante, nacida en Buenos Aires, hija de un cónsul
honorario de España en Río Grande do Sul, se había dedicado a la canción romántica.
Malena Toledo reaparece en Cuba, donde
conoció al cantante mejicano Genaro Salinas -de gran popularidad en
aquellos años-, con quien se casó. Cuando regresó a Buenos Aires, "Malena" -el tango- estaba ya
incrustado en el corazón de los porteños. Manzi
no tuvo ningún contacto con ella hasta su muerte. Se duda, incluso, que alguna
vez la hubiera escuchado.
El
2 de abril de 1957, en el marco de una gira que realizaba por Venezuela, Genaro Salinas fue encontrado muerto, desnucado, debajo de un puente en el
barrio de Chaguáramos, de Caracas. Había sido asesinado por un policía,
supuestamente involucrado en el tráfico de drogas.
Malena, en Buenos Aires, sobrevivió trabajando como representante artística.
En 1960, en total desamparo y en un marco de extrema pobreza, murió en
Montevideo.
Había dejado
un registro grabado, en los viejos disco de 78: "Volvé", de Donato
y Bayón Herrera. Cantaba como todas,
es decir, como ninguna...
Jorge Göttling-Diario Clarín