11/9/17

Nueva generación: los herederos de Raúl Berón, Alberto Castillo y Carlos Gardel

Voces de típicas
Por Gabriel Plaza
De la Redacción de La Nación (3/11/2003)

Ariel Ardit, Walter "Chino" Laborde y Hernán Lucero recuperan la figura del cantor de orquesta con su propio estilo. 

Durante la década del oro del tango, en los años cuarenta, la figura del cantor de orquesta pasó de ser un instrumento más de la típica a convertirse, junto con el director, en la estrella de las formaciones. Los grandes binomios de director y cantor fueron una marca registrada del sonido de una época y a la vez sirvieron de trampolín para las voces que ganaron mayor protagonismo.

En los setenta y ochenta la figura del cantor de típica se diluyó casi hasta la extinción, pero en los noventa la aparición de una nueva generación de instrumentistas dio paso a la recuperación de esa institución tanguera que es la orquesta típica. Entonces se hizo necesaria la búsqueda de cantores que se adaptaran a los nuevos tiempos.

Ariel Ardit, con 29 años, aparece como el ejemplo más notable de la figura del cantor de orquesta de los cuarenta. Es la voz de El Arranque, la formación más importante de la escena actual por su desarrollo instrumental y su permanencia en tiempos en que la típica parecía tener firmada el acta de defunción. También es la más antigua entre las jóvenes, con tres discos editados y varias giras por Europa, los Estados Unidos y Japón. Ardit se acopló a la agrupación en 1999 reemplazando a Marcelo Barberis y rápidamente se ganó al público con su increíble carisma (tiene una sonrisa gardeliana y sale peinado a la gomina), su personal estilo, en una línea romántica, que cuajó justo con el repertorio de una formación que deslumbró al mismísimo Wynton Marsalis.

Walter "Chino" Laborde le pone la voz a Sans Souci y la orquesta Fernández Fierro; participa de la obra "Discepolín y yo", de Betty Gambartes, y hará de Alberto Castillo en "Luna de Avellaneda", el próximo film de Juan José Campanella. 

Mientras que Hernán Lucero, declarado hincha de Gardel y Claypole, se suele presentar con la joven orquesta La Furca, la agrupación Vale Tango y tiene su propia formación de repertorio criollo llamada Bardos Cadeneros, que editó un excelente disco recientemente.

La charla en el bar El Banderín, originario de 1926, los junta alrededor de dos pasiones: el tango y una pelota de fútbol. Con la mirada, cada uno busca en las paredes del bar el banderín correspondiente a la camiseta de sus amores. Lucero le dice a Ardit: "Ahí está la de Talleres de Córdoba", mientras que el Chino se entusiasma cuando encuentra algunos clubes que fueron adversarios en su infancia cuando militaba en las inferiores de El Porvenir.

La conexión Gardel

La foto de Gardel, cerca del antiguo mostrador del bar, que retrata el momento antes de subirse al avión que lo llevará a su destino fatal, despierta la primera conexión entre los tres cantores. "Uno lo mira y se da cuenta de que se inventó a sí mismo", dice el Chino. "Creo que de ahí venimos todos, sin duda. Todos somos productos de Gardel" acota Lucero. Para Ardit son sus inicios en el mundo tanguero. "En el caso mío empecé cantando tangos gracias a Gardel. Es el primero que admiro después de mi vieja. No admite discusión, es la matriz del tango canción" sentencia Ardit, que recuerda que el primer tango que cantó fue "Soledad", cuando todavía pensaba en que se iba a dedicar al canto lírico. "Me entró la admiración por el canto de Gardel, la importancia de la música a través de la voz, más allá del género. A partir de ahí, me pareció impresionante su figura", resume el cantor que tiene una relación particular con el Zorzal. "Antes de irme de gira voy al cementerio y saludo, colecciono fotos y en el traje mío, como otra gente lleva un santo, yo tengo la foto de Gardel."

Hernán Lucero, hijo de padres puntanos y cuyanos, se siente representado por los cantores criollos. Sus referentes: Irusta, Rivero, Berón y Fiorentino, además de Gardel, como modelo. "En el patio de mi abuela escuché por primera vez una guitarra y mi origen está un poco ahí, en esa herencia criolla. Desde ese lugar abordo tanto la típica como la propuesta que llevamos adelante con Bardos Cadeneros -explica-. Me gusta esa idea de que la voz siempre esté como detrás de la canción. Que sea una expresión casi de cámara. Quitarle dramatismo y ponerle emoción al tema", cuenta este ex jugador de las inferiores de Claypole.

La historia del Chino Laborde está impregnada de geografías más urbanas. "A diferencia de otra gente, yo no aprendí a cantar escuchando discos sino viendo a los músicos en vivo. Mi abuelo era uno de los últimos herreros de caballos de Avellaneda y músico aficionado, igual que mis tíos. Todos los sábados por la tarde se juntaban a cantar y tocar tangos. Hasta que mi abuelo murió, cuando yo tenía 7 años, y en mi casa el tango se puso de luto. Me dediqué a jugar al fútbol hasta los 20, anduve con un grupo de rock, me gané la vida en bares haciendo temas comerciales, hasta que me reencontré con el tango, que es algo de lo que uno no puede escapar."

Buscar el propio estilo

Ahora cada uno desarrolla distintos proyectos y busca su propio estilo. El Chino dice: "Quiero descontracturar el tango cuando canto, aunque con cada formación hago distintas cosas. En Sans Souci trabajo más la recreación de una época, salgo con moñito y todo, mientras que con La Fierro lo que interesa es el empuje de todo el grupo. Si bien históricamente el cantor se hizo popular, estaba sujeto a un rendimiento colectivo antes que a un lucimiento personal. Nosotros tomamos ese espíritu porque no nos interesa ser de esos cantores al estilo "Grandes Valores" que cada vez que cantan parece que van a cabecear un córner", apunta Laborde, actualmente fanatizado con la figura de Alberto Castillo. 

Quizás Ariel Ardit logró resumir toda la estética de una época en su voz y a la vez definir un estilo personal. Con su estudio de canto lírico, la verdadera escuela tanguera la encontró en el bar de Roberto y en la orquesta con la que sigue actuando. "Para mí -dice Ardit- tengo dos etapas como cantor. La primera es en el boliche de Roberto Pérez, que junto a Roberto Medina, Osvaldo Peredo, Agustín Ortega, son los culpables de que me dedique profesionalmente al tango. Y después El Arranque, donde sigo aprendiendo. Con ellos tuve que hacer un trabajo de estudio, escuchar a otros cantores para ver en qué línea ubicarme y descubrí otras grandes figuras que aportaron otra estética desde la voz como instrumento de orquesta. Tipos como Berón, Campos, Marino, Floreal Ruiz y Alberto Podestá, con el que pude encontrarme varias veces. Para un cantor de 29 años, tener a un referente tan importante vivo es la mejor manera de aprender. El me cuenta cómo un cantor de orquesta trabajaba un repertorio y cómo se vivía en esa época, porque cuando uno está cantando tiene que crearse imágenes y transportarse a situaciones que uno no vivió."

Lucero señala otras claves en un cantor de esta generación: "Creo que hay una necesidad de reducir la cosa gestual, que es algo que no se ve en los discos, y ser un intermediario entre el poeta y la gente. En ese sentido fui muy marcado por los cantores sureros o intérpretes como Suma Paz o, en lo que se refiere a las típicas, por un cantorazo sutil como Raúl Berón. Pero también fui hincha de los Beatles, de los Stones y fana de Verdi. Aunque lo que prevalece es mi identidad criolla, esa zona entre el campo y la ciudad. La interpretación campera es lo que impregna mi voz, tanto cuando tengo que hacer "Melodía de arrabal" en la típica La Furca como cuando la canto en los Bardos Cadeneros. La actitud es la misma", señala Lucero.

Cada uno tiene clara su función en la orquesta. "Es la mejor vidriera que puede tener cualquier cantor de tango -sostiene Ardit-. El cantor es el que hace el gol pero es una consecuencia de lo que hace toda la orquesta. Básica y exclusivamente es un trabajo de equipo, no hay margen para el divisimo. La figura va a ser siempre la orquesta."

La figura del cantor crece. Cada uno tiene su teoría de cómo será el futuro, pero el Chino Laborde parece acertar cuando dice: "Creo que nos falta madurar mucho más, tenemos 15 años para seguir aprendiendo. Es como una nueva historia del tango. Primero resurgió con los bailarines y los músicos, ahora es el tiempo de los cantores".

Tres estilos de cantor para las orquestas   
Proyectos, recitales y nuevos trabajos 

Ariel Ardit continúa junto a la exitosa orquesta El Arranque, con la que realiza un ciclo los viernes, a las 21.30, en el Club del Vino que finaliza el viernes 14. También como solista continúa actuando en el local Bizcocho (Callao y Paraguay), la medianoche de los viernes y se sumará a la orquesta de José Colángelo para una actuación en el exterior. Prepara un disco solista para el año que viene junto a Andres Linetzky.

Hernán Lucero tiene 31 años, es integrante de la agrupación Bardos Cadeneros, formada en abril de 2002, con la que suele presentarse en un circuito de bares y milongas junto al trío de guitarras que integran Carlos Viyer, Juan Lorenzo y Sergio Barberis. Con ellos realizará un ciclo de viernes, a partir del 14 del actual, en el Perro Andaluz, Defensa 1072. Además de seguir como cantor en la típica La Furca y en Vale Tango.

Chino Laborde, con 31 años, tiene una múltiple actividad. En la Orquesta Fernández Fierro aborda un repertorio en la línea Pugliese. Con esa típica formada en 1999, festejarán el buen año de trabajo el próximo sábado, a las 23, en Velez Sarsfield 218. Alterna en Sans Souci, donde hace temas de Maderna y también participa como actor en películas, como émulo de Alberto Castillo y en teatro con la obra "Discepolín y yo", en el Presidente Alvear.


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