30/4/09

Estudioso y amante del bandoneón

Una anécdota muy fresca y muy íntima puede dar la pauta de la pasión de Oscar Zucchi: el 23 de setiembre de 1978, en una iglesia de Buenos Aires, contrajo enlace; los acordes musicales de la ceremonia, tal vez por primera vez en la historia, no surgieron de un órgano, sino de ¡un bandoneón!, ejecutado por Gabriel Clausi.

Este simple detalle podría pintar de cuerpo entero la fascinación que siente Zucchi por este instrumento. Fascinación que nació desde pequeño, porque a su hogar natal era concurrente asiduo el "ciego" Juancito Díaz, sobrino de José María Bianchi. En ese entonces, al más tarde coleccionista –y sobre todo, investigador- lo deslumbraba la solemnidad del instrumento. Y lo atrapaba, como no podía ser de otra forma, el tango. Diez años tenía cuando escuchaba cantar en su casa a Osvaldo Cabrera, quien era vocalista de Carlos Di Sarli. Nacido en 1935, también memora Zucchi el "método" que utilizaba para estudiar: tomando mate y escuchando a Gardel.

Mucho más tarde, su vocación se corporizó. En 1967, con intenciones de conocer a fondo los secretos del instrumento, tomó clases de bandonéon con Clausi. Para ese entonces, ya dedicado a recopilar discos y datos históricos, entrevistó a afinadores con el objeto de que le abrieran el instrumento en su presencia. Sólo para ver cuál era la intimidad del "fueye".

En ese mismo momento, a la vez, inició una paciente labor de investigación, que derivó en un estudio que contiene ciento treinta entrevistas a protagonistas del tango, muchos de ellos figuras de importancia histórica. Obviamente prevalecieron los bandoneonistas, como Roberto De Filippo, Angel Ramos, Juan Santa Cruz y el "cieguito" Armando Blasco. De allí, algún tiempo después, extractaría datos para el libro “El bandoneón en el tango”, publicado por una editorial porteña.

Zucchi opina que después del ´50 "se acabó todo". Y paradojalmente, evoca que su interés en el tango surgió cuando en su juventud escuchó a la nueva orquesta de Astor Piazzolla. Desde allí recorrió la historia, pero en sentido inverso. Entonces descubrió la época "decariana", y en ésta se quedó cautivado por sus máximos cultores: Maffia, Láurenz, Petrucelli, y más adelante Pugliese y Alfredo Gobbi. Dentro de lo moderno, acepta la importancia de la figura de Dino Saluzzi. Y reconoce que la trascendencia de los instrumentistas actuales se debe a su gran técnica, más que al sentimiento que le imprimen a la melodía. Además, lamenta que grandes figuras hayan quedado relegadas. Entre ellos, Enrique Pollet, a quien considera fundamental. (…)

Con paciencia y dedicación, el investigador consiguió un libro de Alemania, ya agotado, que se refiere a los instrumentos típicos de aquella tierra. De allí descubrió numerosos datos sobre el bandoneón, que posteriormente volcó en el amplio informe que escribió sobre tal instrumento. Pero, además, este coleccionista, que posee unas quinientas placas de 78 RPM, más una enorme cantidad de larga duración y de cintas grabadas, es un apasionado por el dibujo, siendo considerado el máximo caricaturista del tango. Tiene numerosas obras, muchas de las cuales (ciento veinte en total) integraron una colección que expuso en diversos sitios. Es que, para Zucchi, sus acertados dibujos no son sino un homenaje que él le ofrenda a nuestra música.

"Tango – 100 Años de Historia" (Abril de 1992 )

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